lunes, 1 de abril de 2013

Control y eficiencia contra la guerra económica


La guerra contra la Revolución se perfila desde lo económico. Como soldados, usa empresarios y distribuidores dispuestos a frenar la cadena de producción u distribución, y por balas, los anaqueles vacíos.

No se trata de una guerra cuerpo a cuerpo. Por el contrario, un puñado de señores disparan contra los muchos usando las oportunidades que les ofrece un país con una industria apenas en construcción.

Ésta fase, es como cada una de las intentonas que ha tenido la derecha de destruir la Revolución, una batalla de poderosos contra los débiles con la aspiración de tornarle a los últimos la existencia insoportable.

Si mucho tiene este escenario de similar con el del Paro Petrolero del 2002, menester es observar que el catálogo de cosas que ocultar ha visado notablemente cosas que son tan necesarias para vivir y arraigadas en nuestras tradiciones, que resultan casi invisibles.

Así, ésta guerra cuyos disparos parecen destinados a todos en el anonimato tiene una fuerza disímil en los estratos sociales, no tan sólo porque los altos pueden buscar otras alternativas sino que no consumen con la misma intensidad productos desaparecidos. 

De éste modo, las clases más altas consumen más trigo que harina de maíz, que es siempre uno de los renglones que desaparece, sino que además, en sus puestos de abastecimiento suelen faltar menos los productos que en aquellos que visan las clases medias. Así, como una casualidad usted tendrá más oportunidad de conseguirla en los centros del Este que en los del centro-oeste de Caracas, o en el Excelsior Gama habrá más que en el Central Madeirense.

En contraste, las clases más bajas, fueron dotadas de cercos de seguridad contra el hambre por el Comandante Chávez y obtienen los productos con más dificultad y espera pero, les faltan menos que a esa franja grande y compleja que es la clase media, tan reactiva como poco interesada en vivir en el país o hacer Patria.

¿Qué ha desaparecido en Venezuela? Productos cuya selección parece develar algún espíritu que por cruel se las da de cómico. Papel higiénico, pastas dentales, jabones para fregar los platos, además de los renglones tradicionales del azúcar, el pollo, el aceite, al que ahora se le suma el tema de la mantequilla.

A la mantequilla, vale ponerse un poco a lo María Antonieta  y decir, valga comer mayonesa pero el resto de las cosas van creando una brecha de descontento que soporta la idea de la guerra asimétrica y económica, tan sólo si el Estado logra frenar el proceso que lo devela como desprovisto de herramientas contra los señores del Valle y asociados que siguen en su frenético sueño de acabar con el Proyecto de país.

En una semana un tanto intensa, pasé de Caracas al Zulia y del Zulia a los Andes, a escuchar el mismísimo cuento. Al igual que por una ida a la Farmacia a comprar dos antibióticos, un enjuague bucal, un atomizador para la garganta  y dos cremas para la piel, por el módico monto de la mitad del salario mínimo legal.

Del dicho de todos a la experiencia propia, reviso con la lupa de las Gacetas Oficiales el hacer de quiénes fabrican, realizan o se prestan para la guerra económica, lo hago también con el eco de la voz de Nicolás Maduro que promete “los ganchos” a los que atentan contra el derecho a alimentarse del pueblo.

Del ruido que se escucha a las puertas del comercio un titular con nombre, foto y apellido parece mitigar la imagen de incapacidad que pretenden pintar sobre el Ejecutivo Nacional, sin embargo, pasado el momentáneo consuelo general, las medidas de coerción individual me resultan poco efectivas.

Todos los actos que se encadenan para configurar la guerra económica son en sí, delitos. Lo es el acaparamiento, la usura, el re marcaje, la utilización de las divisas nacionales otorgadas para producir para la reventa en el mercado negro pero cuando se trata de delitos, el Estado tiene varias obligaciones y la primera no es castigar, sino detener la comisión del acto.

Esto es bastante sencillo, así, por ejemplo, si tomásemos el mercado de bienes y servicios como un paciente que una cruel enfermera quiere envenenar, el Estado a través de la Policía, al tener sospecha –o conocimiento- lo primero que ha de hacer, es impedirle seguir inyectando venenos al paciente, luego, será el tiempo de la investigación, del juicio y de la pena.

Por ello, lo primero que hay que hacer es detener el proceso de desvío de las divisas, de la no producción, de la destrucción de la producción, de la no distribución y del contrabando de extracción en todas sus formas.

Sobre el primer eslabón ya contamos con un enhorabuena. Pues, las últimas medidas del Presidente visan el sistema de obtención de divisas y ya el Presidente Maduro comenzó por cambiar  su directiva, pero, pareciera que una conexión de éste sistema con el Seguro Social, el Seniat y el Indepabis pudiera otorgar los medios de control permanente que requiere la defensa socioeconómica de Venezuela.

Lo considero en el sentido que el Seguro Social ha de asegurar que estos señores le garanticen todos y a tiempo cada una de las prestaciones a sus trabajadores y trabajadoras, y su supervisión permanente podría ser un disuasivo para empresas de maletín o aquellas que toman el dinero y se van.

El Seniat, en conocimiento desde el momento de la obtención del dólar de importación hasta la venta del producto fabricado, ha de presionar porque los impuestos de la actividad comercial regresen en los montos de ley al Fisco Nacional y podrá observar por las inspecciones de los libros la licitud de los movimientos.

El Indepabis, considerando el costo de producción y los márgenes racionales de ganancia, sobre los cuales existen medas internacionales, debe crear mecanismos que regulen el precio de venta del producto en fábrica y en su distribución final.

Al Indepabis en esta batalla le corresponde ocupar la primera fila. Sus competencias, tan complejas como diversas se simplificarían en el acto de prevenir, verificar y sancionar las acciones de guerra económica que atenten contra una persona como individuo o contra el colectivo.

Por ello, para defender la Revolución se necesita el Indepabismás fortalecido que hayamos tenido. Uno, con personal suficiente para desplegarse por todo el mapa. Algunos, comunidad adentro conformando los Comités contra el Acaparamiento. Otros, medios adentro, publicando diaria o semanalmente los precios y jornadas de acceso a todos los productos desaparecidos. Otros, en sus oficinas atendiendo diariamente a la población que denuncia, y por último, en diario desplazamiento por todas las estructuras del comercio.

Legalmente, el Indepabis tiene una debilidad: un exceso de competencias que sólo se compensa con una estructura real, física y humana que pueda satisfacer todas las metas que un conglomerado de leyes le han dado. Pero tiene también una fortaleza, sus prerrogativas son amplias e incluso llegaron hasta consideraciones penales en la última reforma de la ley.

Desde la lógica del Estado venezolano, el Indepabis, como instancia del Ministerio del Comercio forma parte del Ejecutivo nacional y en caso de requerirlo, debe el Estado en general, colaborar en sus funciones. Sobre este aspecto se lee una línea del Comandante, la de la Unión del pueblo con el gobierno, y con las fuerzas armadas.

La guerra económica afecta cada quincena de cada persona que vive o visita Venezuela, en miles de puntos de la geografía nacional. El difícil acceso a alimentos o a productos para la higiene más elemental pone en entredicho derechos humanos esenciales como la salud y la alimentación. Es un problema que atacar desde la Defensoría del Pueblo.

Son así muchas las causas que llaman a la Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas a tomar parte en la defensa del país, pero también, del pueblo en sus organizaciones de base. Creo en el tema, que debe trabajarse en darle la forma a las agrupaciones de ciudadanos y ciudadanas, pero vale preservarle el fondo de pueblo organizado contra la guerra económica y por la Patria, más allá de centrarnos en aspectos constitutivos o formales de los mismos.

Para eso, también deberá trabajar el Indepabis con el Ministerio de las Comunas pero importa más que dos o más ciudadanos o ciudadanas se agrupen para exigir sus derechos que esperar que el Estado venga con sus manuales a decir cómo, cuándo y dónde.

Para todo manual, la alianza de la Constitución con el Plan de la Patria, como documentos fundamentales. Como todo norte, la defensa de la Revolución Bolivariana como el mayor estadio de la justicia social y como proceso en construcción, y contra todo dolor, la acción.

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