A
mi mamá.
Para ellos, la vida son las cosas y
entonces, Panamá es un puerto. No es la sangre que se derramó para construirlo
ni la separación violenta de los sectores, ni hay tiempo para conocer que allí
hay provincia y que esta es increíblemente pobre.
Como a Panamá se va a comprar ropa,
a raspar tarjetas y perfumes, nadie sabe cuánto ahogan los costos de la vida a
las familias nacionales, ni cuantos jóvenes no pueden permitirse estudiar, ni
como duele la cicatriz de haber vivido con cartelitos que demarcaban que era
para gringos y que era de los panameños.

Mientras la Salsa habla de un
cotidiano alegre y en los mediodías llueve en Ciudad de Panamá, la gente vivió privada de cosas que nos cuestan imaginar, tan elementales como poder circular o ver ondear su propia bandera. El derecho de ser Panamá como los panameños quisieran que fuera, estaba vedado hasta para los pensamientos.
Esto ha cambiado en la fuerza simbólica sobretodo cuando la promesa de Torrijos se volvió realidad y pudo darse la reconversión del Canal, recuerdo todo el eco de aquella mañana del 31 de diciembre, los ojos llenos de lágrimas los panameños abrazaban la libertad de poder levantar su bandera, decir que aquél era su canal. Aunque esto no haya significado librarse así como así ni de una clase política, ni un dominio cultural, ni de huellas gramaticales que cuentan cómo han sido obligados a negarse a sí mismos.
Esto ha cambiado en la fuerza simbólica sobretodo cuando la promesa de Torrijos se volvió realidad y pudo darse la reconversión del Canal, recuerdo todo el eco de aquella mañana del 31 de diciembre, los ojos llenos de lágrimas los panameños abrazaban la libertad de poder levantar su bandera, decir que aquél era su canal. Aunque esto no haya significado librarse así como así ni de una clase política, ni un dominio cultural, ni de huellas gramaticales que cuentan cómo han sido obligados a negarse a sí mismos.

Mis abuelos son viejos normales tienen un
televisor, una cocina y un aire pero pagan en luz una millonada. Mis abuelos son
viejos normales aman su país y se deprimen como las plantas si salen de casa
pero viven la vida de la gente que no sale en la postal del casino, esa que
cuesta sudor y lágrimas.
Panamá es una esperanza y no una
realidad. Siempre como la hija menor deseada por las garras del enemigo,
confundida y maleada por mercaderes que llegaron a prostituirle que no
pueden con la dignidad de las manos que trabajan, que conocen el olor del
campo, el chirriar de los metales. Panamá también solidariamente nos habla.
Más de 20 organizaciones sociales panameñas se solidarizan con Venezuela ante ataques fascistas http://www.aporrea.org/venezuelaexterior/n246466.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario