
A
veces siento que eres tú quien me imagina, que paseo por tus pensamientos hasta que salgo por tu mirada, con mi manera de ser torpe y de argumentar por horas. A veces siento que conoces la distancia que nos encuentra y desencuentra, en esos limbos entre lo que es y lo que no es.
Sabes que amo y odio la música, que me gusta caminar donde
nadie me conoce, que nunca me curé de la Secundaria y tengo todavía sonrojos y pesadillas con aquellos pasillos.
Sabes que soy tan compulsiva como desordenada cuando leo o cuando escribo. Que busco brazos que construyan un techo sobre mis miedos y pies que caminen la callecita maloliente y mojada que da a la casa.
Sabes que todas las mañanas como lo mismo, a la misma hora en el mismo lugar y me da pena admitirlo, que no repito los sitios donde hago lo mismo, que tengo todo un rosario de fobias, que me deslizo entre querer hacer la vida libre como Manuela o quedarme a ser acompañada y ser compañía. Que más de una vez al mes se me nubla toda la risa...
Sabes que en mi vida hay dos esquinas y que me disfrazo de tanto en tanto para ser a veces,
callada y exacta y otras, extravagante y dispersa.
Pero también, a veces,
siento que estás allí, donde no te puedo ver imaginando la misma sala llena de
libros y café. A veces, te recuerdo con tus botas abiertas y tu pelo largo,
pasando tu dedo por mi espalda, mojando mi boca cuando me recitas un verso de
Silvio y no te has ido. Esa vez, te imagino y ya no te recuerdo, así, siempre
regresa la primera vez.
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