Un tercio de mi vida, he vivido
como extranjera. Sujetada de mi pasaporte he aprendido cuánto pesa que no sea
azul, de esos, de los que pasan sin cola y sin revisión, los de la visa segura,
llenita y beca. Sino de los que vienen del otro lado, del confín del mundo.
Mientras nosotros hemos estado
asaltando las tradiciones jurídicas y resucitando la Constitución mexicana de
1917, retomado el espíritu que gritaba tierra para los indios y justicia para
los pardos, la Europa ha venido posicionando un derecho de la amargura. El
derecho de los extranjeros.
Como una sección un tanto
incomoda, sale allí entre lo constitucional y el administrativo con un lenguaje
técnico que se ajusta entre aceptaciones y reprobaciones de la Corte Europea de
Derechos Humanos, pero lo cierto es que jurídicamente ha venido profundizando
la idea “de tu eres de allá y yo soy de acá.”
El que es de acá, del tercer
mundo, puede sentirse amenazado por la existencia de Guantanamo y la sección de
cárceles expres que le guardan los de allá. Los de acá tienen que entender que
lo social es progresivo, un "si queda un poquito en el fondo de la paila". Los de
acá, tienen que entender que lo terrible importa si es geopolíticamente
conveniente, y la geopolítica es tan sólo el juego del lobby internacional.
El que es de allá tiene derecho
a tener escrito en su idioma todos los cartelitos, a la seguridad social y
sufre un esquema que le come sus propios pies, pero cuidado, la lógica del
mercado le enseña que su precariedad es culpa del de acá y por eso, para
salvarse él, tiene que vengarse contra el de acá.
Los de acá somos un conjunto de
gente que no se conoce, pueblos que no hablan la misma lengua ni entiende la
misma historia, pero somos árabes, latinos o negros, los mismos: los extranjeros.
Aquello me lleva a plantear un
par de preguntas que poco escucho entre los colegas y que se suponen centrales
de nuestro oficio, cuál es la brecha entre lo legal y lo injusto. ¿Qué es el
derecho? ¿Qué es tener derechos? ¿Qué hacer con el derecho cuando niega los
derechos?
El derecho no es la norma. Eso
es evidente. La norma es la construcción de contenido jurídico, donde se
distinguen partes y bien Kelsen lo explicó y Cossio lo rebatió.
Pero también la ley, como
conjunto de normas, no es otra cosa que la voz de la clase dominante y contra
ella, la Constitución viene como un recuerdo de un momento oxigenante donde las
clases dominantes pudieron recuperar la capacidad de normar.
Aquello no se da siempre, sólo
cuando la Constitución nació por constituyente y no ha sido objeto de los
cortes y recortes que le profesan los Congresos y Asambleas constituidos.
Por ello volviendo al tema,
nosotros, los extranjeros,los de la existencia jurídica paralela a la
categoría del individuo, los nadies de Eduardo Galeano, sólo tenemos la posibilidad
de Ihering, asaltar el derecho y hacerlo nuestro y como nosotros.
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