jueves, 28 de marzo de 2013

Vivir para vencer.


Me despierto entre líneas un poco angustiantes.  Algunos, no muchos, pero al menos uno, al menos una de mis compañeros, de mis compañeras, se sienten derrotados. Cansados de la política, sus idas, venidas y constantes traiciones encuentran el consuelo de entregarse a hacer “sus cosas”.

Sostienen que sin Chávez el mar se ve revuelto, que llueven piedras, que el partido aparece como una encrucijada y que se van a la retro guardia. Dicen que mantienen la posición ideológica y la constancia electoral. Sin embargo, habiendo resistido algún tiempito, con capítulos buenos y malos, creo que la postura es incorrecta.

Chávez ni el último de sus días dejó el barco hundirse, lo comanda desde la historia y de los sueños. La falta de su humanidad activa, son los espacios a llenar, que costará obtenerlos para mantenerlos y profundizarlos. Sino compañeros, compañeras, no su muerte, sino su vida, habría sido en vano.

La vida del hombre que recorrió el mundo con el orgullo de ser de un pueblo de tierra y hablar como hablan en un llano que había olvidaron los libros de geografía.

Sobre ésta línea se respira la noción de compromiso.

¿Qué cansa? Claro! Y creo que cansará siempre. Sin el cansancio no tendría nada de extraordinario, ni a Chávez le hubiese dado por gritar que “aquí no se rinde nadie.” Fue Silvio Rodríguez que escribió para mí el ungüento con el que curo ese cansancio, con su preciosísima “Historia de las Sillas” que para las gravedades acompaño con la “Cigarra” cantada por Mercedes Sosa.

Pero es la resignación la base del sistema, aquella pesada frase de que no hay nada más normal que ser a los veinte revolucionario, a los cuarenta quedarse quieto y a los ochenta ser conservador. Esa ideíta de “mis cosas” es el núcleo simplificado del individualismo.

¿Cuál cosa? ¡Sin Patria no existen las cosas! Sin esperanza la vida es latido y latido, caca, oxígeno y espera.

La política no es ni ha sido nunca el terreno de los amigos. Es el terreno de la lucha de los intereses, de las visiones que se conduce a través de los hilos invisibles que sustentan la sociedad. Los que pueden, los que deben, los que quieren, los que no quieren. Es el arte de sobrevivir con ética lo que importa, con claridad.

Adoré a alguien que decía de Chávez que su claridad fue entender que para alcanzar los fines había que cuidar los medios, pero ojo, hay que meterse en el candelero. No menos de millones de poetas han ido a guerras, murió Federico García Lorca del horror en forma de balas. No menos de mil santos llegaron al altar por la indiferencia y ningún juego político ha cambiado sus reglas en una madrugada.

Tenemos Patria pero sobretodo la tenemos viva. Somos la generación de Chávez llegando a los tiempos donde decidir si aceptamos un Paez o a un Betancourt, o, al irse Chávez despertamos al Sucre que nos puebla, al Indio que nos hizo, a la Avanzadora que nos arrastró hasta esta hoja.

Yo no soltaré la cuerda compañeros, agárrense conmigo, vamos arando. Vamos por el 14 y sus latidos y luego campo a campo, letra a letra, lograremos el vivir y vencer.

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