El derecho es un hecho
social. Los derechos son exigencias que los ciudadanos y los no-ciudadanos
tradicionales han hecho a los gobernantes. Así, los esclavos y las mujeres
tuvieron derechos, se transformaron en sujetos de derecho. No existe en el
derecho el fenómeno de la generación espontanea. Incluso, en la Carta Magna
inglesa que fue firmada por el Monarca a favor de sus súbditos el documento
costó movimientos y conspiraciones. Por ende, el derecho que tenemos es un
proceso histórico y social.
Sin embargo, existe un
proceso en los pueblos del sur, ordenado desde el norte de borrar la memoria
colectiva, así, ignoramos completamente que pasaba en éste valle que llamamos
Caracas antes de la Colonia, desconocemos quiénes son los juristas que escribieron
nuestras normas y sólo con un poco de esfuerzo alguno atinaría a nombrar a un
Juan Germán Rocío, y recordaremos con más facilidad que Simón Bolívar fue huérfano
que cuáles fueron las bases ideológicas de su lucha.
En el derecho, la campaña
de la oposición va por éste derrotero. Así afirman con facilidad que todo
existió desde siempre y lo que se ha hecho no tiene justificación o utilidad
concreta.
Eso me recuerda, los
argumentos que de memoria aprendimos contra el decreto del 24 de marzo de 1854
en el cual Monagas otorgó la plena libertad a los esclavos y esclavas de la
República de Venezuela.
¿A caso no recordaremos
más que aquello fue por beneficios económicos que por retribuir la libertad?, a
caso no aparecen en las pantallas ahora quiénes se apropian –casi casi hasta
defender- la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y hay
quienes pretenden decir que las Misiones son el acto natural que debía
emprender la acción de gobierno.
Las Misiones no son de
generación espontánea como tampoco lo es el derecho, quizás, ambas son de
generación ideológica y por ende, se encontrarían en picada ante movidas que
apunten hacia otro tipo de Estado.
Ignoro si alguien ha
desarrollado la comparación de éstos dos tipos de sociedades con los términos
en que yo lo concibo, pero creo que es sencillo entender que venimos de una
sociedad de privilegios hacia una sociedad de derechos y esto, es como echar
sal en la herida de perder la exclusividad.
Si hablo de perder la
exclusividad es porque el proceso bolivariano no ha eliminado el derecho de
nadie a hacer o tener ninguna cosa, pero ha masificado las posibilidades de ser
y de tener de los que Galeano llama “los nadie” porque son los hijos de nadie y
los padres de nadie.
Y eso, molesta.
El mundo de los derechos
se caracteriza por su universalidad, para ello tiene que forjarse en la idea de
la igualdad. Lo mismo chófer de autobús que graduado en Harvard tienen la
posibilidad de postularse como Presidente de la República y lo mismo madre
soltera que padre católico pueden optar a una Magistratura en el Tribunal
Supremo de Justicia.
La misma escuela que se
tiene en la zona norte o en el Este, es la que debe haberse detrás de la Curva
o en el Este, porque el derecho nace con la cualidad de lo humano, eso que
desde Kant llamamos la dignidad y que entendemos inherente.
Por ello, en la sociedad
de los derechos el dinero que se asigna a lo social es inversión y no gasto. Pero
cuando crees que tan sólo algunos son dignos de ser y de tener, el darle algo,
aunque sea las migas a otros es gastar.
Recordaba en estos días
estos temas, viendo la cara dibujada por las náuseas con la que anda el Sr.
Capriles en los medios, y la verdad, pues ni lo culpo. Pues hijo de la sociedad
del privilegio digno defensor de la estratificación, heredero de quiénes hasta
bien entrado el siglo XX planteaban la eliminación del sufragio de los
analfabetas, eso de tener que ir a hacer campaña para alargarle las medias a
algunos chusmitas debe ser una tarea de espanto. Y más, por segunda vez en un mismo
año.
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