lunes, 25 de marzo de 2013

De la generación espontánea y otros mitos.

 El derecho es un hecho social. Los derechos son exigencias que los ciudadanos y los no-ciudadanos tradicionales han hecho a los gobernantes. Así, los esclavos y las mujeres tuvieron derechos, se transformaron en sujetos de derecho. No existe en el derecho el fenómeno de la generación espontanea. Incluso, en la Carta Magna inglesa que fue firmada por el Monarca a favor de sus súbditos el documento costó movimientos y conspiraciones. Por ende, el derecho que tenemos es un proceso histórico y social.
Sin embargo, existe un proceso en los pueblos del sur, ordenado desde el norte de borrar la memoria colectiva, así, ignoramos completamente que pasaba en éste valle que llamamos Caracas antes de la Colonia, desconocemos quiénes son los juristas que escribieron nuestras normas y sólo con un poco de esfuerzo alguno atinaría a nombrar a un Juan Germán Rocío, y recordaremos con más facilidad que Simón Bolívar fue huérfano que cuáles fueron las bases ideológicas de su lucha.
En el derecho, la campaña de la oposición va por éste derrotero. Así afirman con facilidad que todo existió desde siempre y lo que se ha hecho no tiene justificación o utilidad concreta.
Eso me recuerda, los argumentos que de memoria aprendimos contra el decreto del 24 de marzo de 1854 en el cual Monagas otorgó la plena libertad a los esclavos y esclavas de la República de Venezuela.
¿A caso no recordaremos más que aquello fue por beneficios económicos que por retribuir la libertad?, a caso no aparecen en las pantallas ahora quiénes se apropian –casi casi hasta defender- la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y hay quienes pretenden decir que las Misiones son el acto natural que debía emprender la acción de gobierno.
Las Misiones no son de generación espontánea como tampoco lo es el derecho, quizás, ambas son de generación ideológica y por ende, se encontrarían en picada ante movidas que apunten hacia otro tipo de Estado. 
Ignoro si alguien ha desarrollado la comparación de éstos dos tipos de sociedades con los términos en que yo lo concibo, pero creo que es sencillo entender que venimos de una sociedad de privilegios hacia una sociedad de derechos y esto, es como echar sal en la herida de perder la exclusividad.
Si hablo de perder la exclusividad es porque el proceso bolivariano no ha eliminado el derecho de nadie a hacer o tener ninguna cosa, pero ha masificado las posibilidades de ser y de tener de los que Galeano llama “los nadie” porque son los hijos de nadie y los padres de nadie.
Y eso, molesta.
El mundo de los derechos se caracteriza por su universalidad, para ello tiene que forjarse en la idea de la igualdad. Lo mismo chófer de autobús que graduado en Harvard tienen la posibilidad de postularse como Presidente de la República y lo mismo madre soltera que padre católico pueden optar a una Magistratura en el Tribunal Supremo de Justicia.
La misma escuela que se tiene en la zona norte o en el Este, es la que debe haberse detrás de la Curva o en el Este, porque el derecho nace con la cualidad de lo humano, eso que desde Kant llamamos la dignidad y que entendemos inherente.
Por ello, en la sociedad de los derechos el dinero que se asigna a lo social es inversión y no gasto. Pero cuando crees que tan sólo algunos son dignos de ser y de tener, el darle algo, aunque sea las migas a otros es gastar.
Recordaba en estos días estos temas, viendo la cara dibujada por las náuseas con la que anda el Sr. Capriles en los medios, y la verdad, pues ni lo culpo. Pues hijo de la sociedad del privilegio digno defensor de la estratificación, heredero de quiénes hasta bien entrado el siglo XX planteaban la eliminación del sufragio de los analfabetas, eso de tener que ir a hacer campaña para alargarle las medias a algunos chusmitas debe ser una tarea de espanto. Y más, por segunda vez en un mismo año.

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