Fue tan sólo un rumor. Alguien apareció en la
oficina con voz de megáfono. Pedía planillas para la Misión Vivienda, todos y
todas miraron con pena, aquello era equivalente a declararse abiertamente
pobretón, casi casi dependiente del terrible paternalismo del Estado. Yo giré,
todos y todas se esforzaban en desaparecer pero aquello duró un segundo. Con
intensidad se dirigieron a la página de la Misión “dicen que la casa es en
Cumbre de Curumo, con eso completo la colección. Mi casa de playa, mi casa de
montaña, mi apartamento en los Ruices y otro en Cumbres.”
Aquella conversación iba entre dos que
juraron amor al "Flaquito" pero que permanecían aferradas a trabajar para el
rrrrrégimen que había arruinado sus vacaciones en Orlando. Las mismas que
habían nacido en tierras calientes pero ahora tomaban vino tostado al Sol del
mediterráneo y reían de vacaciones en Moscú y en Barcelona.
Eran las mismas que ponían cara de disimular,
un trapo en la cabeza y decían “me da tres pollos del Mercal”, si, si, porque
sabían de memoria como quedaba aquella cosa terrible que el Chávez se había
traído de Brasil, que es chévere, pero no tanto porque Lula es como chavista.
La gente se hacía la vista gorda, ¿cuánto
dinero entraría en mi patrimonio por ser, zaz, la número uno en la lista y dejar a otro
sin casa? Con tal, ese otro, si se inscribió antes es un niche des-casado y no
le hará ni tanta falta, ese está acostumbrado al rancho, porque tú sabes, que
el rancho se lleva en la cabeza.
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