viernes, 22 de marzo de 2013

El rancho se lleva en la cabeza.


Fue tan sólo un rumor. Alguien apareció en la oficina con voz de megáfono. Pedía planillas para la Misión Vivienda, todos y todas miraron con pena, aquello era equivalente a declararse abiertamente pobretón, casi casi dependiente del terrible paternalismo del Estado. Yo giré, todos y todas se esforzaban en desaparecer pero aquello duró un segundo. Con intensidad se dirigieron a la página de la Misión “dicen que la casa es en Cumbre de Curumo, con eso completo la colección. Mi casa de playa, mi casa de montaña, mi apartamento en los Ruices y otro en Cumbres.” 

Aquella conversación iba entre dos que juraron amor al "Flaquito" pero que permanecían aferradas a trabajar para el rrrrrégimen que había arruinado sus vacaciones en Orlando. Las mismas que habían nacido en tierras calientes pero ahora tomaban vino tostado al Sol del mediterráneo y reían de vacaciones en Moscú y en Barcelona.

Eran las mismas que ponían cara de disimular, un trapo en la cabeza y decían “me da tres pollos del Mercal”, si, si, porque sabían de memoria como quedaba aquella cosa terrible que el Chávez se había traído de Brasil, que es chévere, pero no tanto porque Lula es como chavista.

La gente se hacía la vista gorda, ¿cuánto dinero entraría en mi patrimonio por ser, zaz, la número uno en la lista y dejar a otro sin casa? Con tal, ese otro, si se inscribió antes es un niche des-casado y no le hará ni tanta falta, ese está acostumbrado al rancho, porque tú sabes, que el rancho se lleva en la cabeza.

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