Me despierto entre líneas un poco
angustiantes. Algunos, no muchos, pero
al menos uno, al menos una de mis compañeros, de mis compañeras, se sienten
derrotados. Cansados de la política, sus idas, venidas y constantes traiciones
encuentran el consuelo de entregarse a hacer “sus cosas”.
Sostienen que sin Chávez el mar
se ve revuelto, que llueven piedras, que el partido aparece como una encrucijada
y que se van a la retro guardia. Dicen que mantienen la posición ideológica y
la constancia electoral. Sin embargo, habiendo resistido algún tiempito, con
capítulos buenos y malos, creo que la postura es incorrecta.
Chávez ni el último de sus días dejó
el barco hundirse, lo comanda desde la historia y de los sueños. La falta de su
humanidad activa, son los espacios a llenar, que costará obtenerlos para
mantenerlos y profundizarlos. Sino compañeros, compañeras, no su muerte, sino
su vida, habría sido en vano.
La vida del hombre que recorrió
el mundo con el orgullo de ser de un pueblo de tierra y hablar como hablan en
un llano que había olvidaron los libros de geografía.
Sobre ésta línea se respira la
noción de compromiso.
¿Qué cansa? Claro! Y creo que
cansará siempre. Sin el cansancio no tendría nada de extraordinario, ni a
Chávez le hubiese dado por gritar que “aquí no se rinde nadie.” Fue Silvio
Rodríguez que escribió para mí el ungüento con el que curo ese cansancio, con
su preciosísima “Historia de las Sillas” que para las gravedades acompaño con
la “Cigarra” cantada por Mercedes Sosa.
Pero es la resignación la base
del sistema, aquella pesada frase de que no hay nada más normal que ser a los
veinte revolucionario, a los cuarenta quedarse quieto y a los ochenta ser
conservador. Esa ideíta de “mis cosas” es el núcleo simplificado del individualismo.
¿Cuál cosa? ¡Sin Patria no
existen las cosas! Sin esperanza la vida es latido y latido, caca, oxígeno y
espera.
La política no es ni ha sido
nunca el terreno de los amigos. Es el terreno de la lucha de los intereses, de
las visiones que se conduce a través de los hilos invisibles que sustentan la
sociedad. Los que pueden, los que deben, los que quieren, los que no quieren.
Es el arte de sobrevivir con ética lo que importa, con claridad.
Adoré a alguien que decía de
Chávez que su claridad fue entender que para alcanzar los fines había que
cuidar los medios, pero ojo, hay que meterse en el candelero. No menos de
millones de poetas han ido a guerras, murió Federico García Lorca del horror en
forma de balas. No menos de mil santos llegaron al altar por la indiferencia y
ningún juego político ha cambiado sus reglas en una madrugada.
Tenemos Patria pero sobretodo la
tenemos viva. Somos la generación de Chávez llegando a los tiempos donde decidir
si aceptamos un Paez o a un Betancourt, o, al irse Chávez despertamos al Sucre
que nos puebla, al Indio que nos hizo, a la Avanzadora que nos arrastró hasta
esta hoja.
Yo no soltaré la cuerda
compañeros, agárrense conmigo, vamos arando. Vamos por el 14 y sus latidos y
luego campo a campo, letra a letra, lograremos el vivir y vencer.