¿Cuánto recibe al día el pescador?, ¿cuál es
el pago del jornalero del campo? ¿Cuántas veces gana, el que vende un producto
importado? Aquellas son las preguntas que nos absorben. Detrás de cada medicina que desaparece de un
stock o de la formula maternizada que sólo viene en la versión Premium o del
arroz enriquecido o de las vacas que han mutado en cosas maravillosas, porque
donde no hay leche sobra la chicha, el yogurt y la cuajada. Existen los
crujidos de un poder que busca reacomodarse.
Evidentemente, cuando la Revolución ha sido
una constante de obras concretas y observables, la oposición para convencer al
pueblo que la derecha es una oveja (y no un lobo) tiene que trabajar en
mezclarle asuntos, presentes y pasados, propios y ajenos.
Así por ejemplo, es cierto que la lista de
juguetes en el mercado comercial ha adquirido precios absurdos: una bicicleta
dice el vendedor que cuesta entre cinco salarios mínimos o noventa y tres
unidades tributarias. Por demás repite que eso no es nada, total, el dólar
negro está en no sé cuánto, como olvidando que en Venezuela el precio de las
cosas se mide en bolívares porque así se cobran los servicios esenciales y los
productos centrales de la alimentación.
Esta
situación en la que las necesidades del consumo no son reconocibles en las
practicas de la oferta nos devela que el capital no tiene banderas y también,
que lo de la oferta y la demanda, no es sino un cuento “atrapa bobos”. Por lo
cual, fuerza es de admitir que la Economía está inmersa en la realidad y que no es un sistema
cerrado y autocontenido; que los intereses que generan comportamientos
competitivos no son necesariamente complementarios y armónicos, así como que
los mecanismos de decisión que usan los individuos están influenciados por
valores, emociones, juicios y prejuicios, y no simplemente por un preciso
cálculo de interés propio.
¿Qué interés existe detrás de la orden de
retirar las etiquetas a los productos en las tiendas? Aquél de poder aumentar
sin compasión el desespero de la cartera familiar para así someter al Estado a
aumentar el gasto en nómina para disminuir la capacidad de inversión. Allí, que
los anuncios del Presidente demuestren un estudio científico del fenómeno,
pues, no se agota el problema con aumentar salarios o pagar pasivos laborales,
si la vorágine de la especulación no tiene normas que la contenga.
¿Qué normas se necesitan? Aquellas que
entiendan que hemos mutado de forma de Estado. Pues la cualidad de Estado
social y Democrático de Derecho y de Justicia, llama a proteger en permanencia
a los débiles jurídicos y a hacer entender que es la redistribución para
garantizar los derechos de los todos, la regla constitucional fundamental del
asunto económico.
Caracas
@anicrisbracho
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