lunes, 11 de noviembre de 2013

La economía justa




¿Cuánto recibe al día el pescador?, ¿cuál es el pago del jornalero del campo? ¿Cuántas veces gana, el que vende un producto importado? Aquellas son las preguntas que nos absorben.  Detrás de cada medicina que desaparece de un stock o de la formula maternizada que sólo viene en la versión Premium o del arroz enriquecido o de las vacas que han mutado en cosas maravillosas, porque donde no hay leche sobra la chicha, el yogurt y la cuajada. Existen los crujidos de un poder que busca reacomodarse.

Evidentemente, cuando la Revolución ha sido una constante de obras concretas y observables, la oposición para convencer al pueblo que la derecha es una oveja (y no un lobo) tiene que trabajar en mezclarle asuntos, presentes y pasados, propios y ajenos.

Así por ejemplo, es cierto que la lista de juguetes en el mercado comercial ha adquirido precios absurdos: una bicicleta dice el vendedor que cuesta entre cinco salarios mínimos o noventa y tres unidades tributarias. Por demás repite que eso no es nada, total, el dólar negro está en no sé cuánto, como olvidando que en Venezuela el precio de las cosas se mide en bolívares porque así se cobran los servicios esenciales y los productos centrales de la alimentación.

Esta situación en la que las necesidades del consumo no son reconocibles en las practicas de la oferta nos devela que el capital no tiene banderas y también, que lo de la oferta y la demanda, no es sino un cuento “atrapa bobos”. Por lo cual, fuerza es de admitir que la Economía está inmersa en la realidad y que no es un sistema cerrado y autocontenido; que los intereses que generan comportamientos competitivos no son necesariamente complementarios y armónicos, así como que los mecanismos de decisión que usan los individuos están influenciados por valores, emociones, juicios y prejuicios, y no simplemente por un preciso cálculo de interés propio.
¿Qué interés existe detrás de la orden de retirar las etiquetas a los productos en las tiendas? Aquél de poder aumentar sin compasión el desespero de la cartera familiar para así someter al Estado a aumentar el gasto en nómina para disminuir la capacidad de inversión. Allí, que los anuncios del Presidente demuestren un estudio científico del fenómeno, pues, no se agota el problema con aumentar salarios o pagar pasivos laborales, si la vorágine de la especulación no tiene normas que la contenga.

¿Qué normas se necesitan? Aquellas que entiendan que hemos mutado de forma de Estado. Pues la cualidad de Estado social y Democrático de Derecho y de Justicia, llama a proteger en permanencia a los débiles jurídicos y a hacer entender que es la redistribución para garantizar los derechos de los todos, la regla constitucional fundamental del asunto económico.
Caracas
@anicrisbracho

No hay comentarios:

Publicar un comentario