viernes, 31 de mayo de 2013

¿Qué culpa tiene Nicolás?


La primera vez que vi a Chávez, así de cerca cerquita, fue en enero 2012, él entraba a la Asamblea Nacional a rendir cuentas y yo estaba entre quienes le daban la bienvenida.

Esa vez fue distinta porque antes tan sólo lo vi en grandes actos como uno ve a un artista o desde una ventana. La vez de la ventana fue ella solita impresionante y le escribí a Raquel que creí haber conocido una capacidad más que humana, pues con sólo levantar la mirada Chávez convocaba a seguirle a miles de personas detenidas, casi flotantes por encima de la lluvia o por debajo de un sol inclemente. Todo daba igual, Chávez tenía entre sus manos el tiempo, la fuerza, la luz. Chávez fue en toda la extensión de la palabra, extraordinario. Chávez no fue un Presidente de la República. El hizo otra cosa del concepto de Presidente, nadie iba a verle por ser el Presidente, le acompañaban porque era Chávez, el arañero, el maisanta, el líder.

Cuando yo vi a Chávez y su gran mirada clara, su sonrisa que me saludó hasta los huesos y esa autoritas que le permitía ser el mas informal en la mas formal de las ocasiones entendí que su fuerza iba mas allá de cualquier otra. Por eso los amores y odios que tuvo y que su nombre se escribe hoy sobre las paredes como ayer lo hizo sobre nuestros corazones.

Pero escribo hoy un tanto después con alguna piquiña, pues en mi opinión Nicolás Maduro no tiene la culpa de no ser Chávez y es mi intención aplaudirle con gritos, vivas y hurras, pues es un hombre que sobre el dolor que todos tenemos sufre la pérdida del amigo de todos los días y los ataques  de los enemigos y los  ruidos de los amigos, y a pesar de todo esto se levanta cada mañana para seguir batallando.

Cuando digo esto lo hago con la voz regañona que me encontré ayer porque veo una miopía grave en ver que si hay un millón, ochocientos mil o no sé cuantos que no se pararon el 14A seguimos siendo millones que parados en la misma causa, en la misma oficina resistimos con mas fuerza.

Resistimos en el trance del “con Chávez” al “por Chávez y mi molestia sale de las voces que gruñen que no es igual, que al fin y al cabo no vemos lo mismo, ¿será que algunos nunca rozaron la belleza? ¿O será que el ojo nos los han llevado para ver el punto negro de la pared blanca?

Entonces va un espaldarazo a un Presidente que no leerá esta nota y un testimonio, en la Venezuela bolivariana seguimos “A Dios rogando y con el mazo dando” por la Revolución chavista.

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