Hace menos de un mes, la Asamblea Nacional francesa
fue el centro de una gran pelea. La derecha en una de sus agrupaciones más
extremas atacó fuertemente a la Garde des Sceaux, que es para resumirlo la
Ministra del Interior francesa. Aquello porque ante la tamaña discusión de
reconocer –o no- el derecho al matrimonio de los homosexuales y de las lesbianas,
la bancada de la UMP no aguantaba tener que resistir que aquella señora que
decía el porqué fuese mujer y negra. Sin embargo, la noticia pasó sin pena ni
gloria y la mayor parte de los que la conocemos somos asiduos lectores de la
Prensa francesa.
Propia de la lucha libre mexicana fue la escena en
la Asamblea Nacional venezolana pero aquello no se quedó como los sillazos más
celebres que se han lanzado en Ingleterra o los furiosos insultos de otros
parlamentos en un video de youtube
que la gente mira para reír, sino que es llevado a toda la prensa para crear
indignación local y ruido internacional.
Al respecto, por debajo del humo de la risa
incómoda, de la indignación individual, del outch
colectivo, se mueven cosas mucho más tenebrosas, algunas que resumió de manera
magistral Carolina Chávez cuando recuerda que muchas mamás convencidas que
tenían que luchar por una libertad que no perdieron lloran hoy las vidas y los
hijos que ya no están, que ya no viven.
Ese es el escenario de Siria, de Libia, de Irak o
de Afganistán donde se han sucedido las peores guerras de los últimos tiempos
pero para lograrlas, para que pasaran con el consentimiento de los pueblos
europeos y norteamericanos, primero fue necesario crear la sensación que eran
guerras justas, que los bombardeos de esos pueblos eran necesarios para
garantizar la libertad, la igualdad, la fraternidad.
En consecuencia, antes de lanzar la primera bomba
real se crearon escenarios con cámaras en esos pueblos que se enviaron a todas
las cadenas internacionales donde aparecieron no como el vecino, no como una
gente normal que lucha por vivir y que come tres veces al día sino como unos
seres extraños que perdieron la razón, que no se parecen a ellos que son demócratas,
cristianos o ateos, científicos y serios.
Eso no lo invento yo, eso lo demuestra Serge Halimi
junto con Dominique Vidal y Henri Maler en
su obra “La opinión, ca se travaille”
pero ese libro se queda tomando polvo y críticas en Francia porque el estudio
de los medios se hace allá y se censura y licúa antes de llegar acá.
Vale la pena hablar de esos nombres, de los cuales
tan solo conocemos el de Serge Halimi si hemos seguido Le Monde Diplomatique porque él conoce bien el proceso de prender
la cámara y usar eufemismos, que generan sangre y hambre. Los conoce porque es
un indignado del medio y se pregunta, contra quién ladran los perros de la de
la democracia mediática.
Casualmente hoy se celebra el día de la Libertad de
Prensa, cosa que es endiosada en el folleto que define la democracia pero
cuidado, en el Sur y en el Norte, al igual que para Occidente y el Oriente, la
prensa no es lo mismo y la democracia no es lo mismo.
Primero porque en el Norte se habla de una Libertad
de Prensa que se desarrolla dentro de un marco de normas que indica que se
puede y que no se puede hacer, un buen ejemplo serían los Manuales de
Comportamiento que rigen la Televisión en Francia o tomar la noticia del día de
cómo en Estados Unidos se condena a un joven que arremetió desde Facebook
contra Barack Obama.
La Corte Europea de Derechos del Hombre ha dictado
también todo un catalogo de sentencias indicando que cosas no son amparadas por
la libertad de prensa, como su célebre sentencia en la que indica que la
Princesa de Mónaco tiene derecho a la intimidad y las revistas españolas, el
deber de respetarla.
La hoja de la Libertad de Expresión en las
Américas, es una hoja roja. Se llena de nombres de periodistas asesinados en
México y en Colombia y es la historia del candado que ha callado a las Radios
con la llegada de las dictaduras, siendo para el tema un ejemplo paradigmático,
el de Honduras.
Pero, cuando llega la frase “Libertad de Opinión”
al punto del Caribe donde queda Venezuela, el asunto es una mesa de negocios,
esa mismita que lleva al periodismo de investigación a su jubilación frente a
las Misses que ahora ocupan las pantallas leyendo con telepronters datos que no
entienden, sobre ciudades que no conocen y con muertos que no les duelen.
Pues hay sobre la opinión datos interesantes como
la coincidencia de los nombres entre los dueños de los grandes canales y los
productores de armas y también que aquella se hace para convencer a la gente
sobre cosas que entiende de cosas que no conoce.
¿Qué es la opinión pública? ¿Qué es ese humo que se
escribe cuando se repite incesantemente en España la palabra Venezuela?
Giovanni Sartori recuerda que se dice que la democracia es un proceso político
de opiniones porque no se le reconoce ni se trabaja para que los colectivos
tengan ideas y posturas, sólo un dibujo aproximativo, que es una opinión.
Yo opino lo que no sé, lo que no estoy segura de
saber. Pero esa opinión no se construye porque se sume lo que yo sé con lo que
mi vecino imagina, sino por lo que repiten algunos que saben cómo son las cosas
y sobretodo que dibujan como quieren que sean las cosas.
Para crear esa opinión favorable afuera se habla
innumerables veces sobre las cosas que alguien dice que pasa adentro y se
callan adentro, las cosas que pasan afuera. Así, alguno que conoce el sistema
electoral norteamericano tiene una melcocha en la cabeza sobre cómo son las
elecciones en Venezuela, y alguien que vive en Venezuela cree que el Estado de
bienestar pasa su época dorada con la Sra. Merkel en Alemania.
¿Cuánta gente hoy come basura en Madrid?, ¿cuántos
presos políticos hay por defender el derecho a la educación en Chile?, ¿quién
lanzó una bomba en un maratón en Boston?, ¿qué pasó con los ahorros de la gente
en Chipre?
En esta línea queda el silencio que no hemos sabido
romper. ¿Cómo se transforma la sociedad del Miss Venezuela y la novela de las
ocho en una sociedad de lectores, de críticos, de informados? ¿Cómo se induce a
la gente en el dolor y en la alegría de lo propio y de lo ajeno?
Luego, ¿cuántas cosas han cambiado en Venezuela,
cuántos derechos nuevos tenemos, cómo usarlos, porqué usarlos, cómo se es
participativamente, protagónicamente democrático?
En esta línea vuelve el silencio. Al igual que lo
que pasa en la lucha asimétrica que mantenemos con los medios de comunicación,
si los nuestros sólo los vemos nosotros, los otros nos ven en permanencia, nos
catalogan, nos enumeran.
Quisiera sobre esa línea tomar la palabra, la del
horror de descubrir páginas web que nos clasifican, que nos fotografían, que
nos publican.
La de la discusión en múltiples oportunidades con
gente que cree que vivimos con derechos porque estos nacieron de forma natural
como obligación del gobierno o legado del tiempo. Eso es mentira.
La de la total indiferencia, la que cree que es lo
mismo Caracas que Bagdad y que es lo mismo morir por una idea que por un
coletazo de la violencia del narcotráfico.
Esa indiferencia que es la que se trabaja y se pule
en los medios es aquella que se fue perfeccionando sobre una sistematización de
los rumores, un complejo sistema de informaciones sin fuentes y que hoy cambia,
el documental por el video de youtube, el periódico por la portada del Twitter.
¿Cuál es el miedo? ¿Cuál es el silencio? Un mundo
lleno de pantallas que tan sólo se usan para aumentar las distancias. Somos
seres raros, un poco utópicos que andamos por los trópicos defendiendo
libertades que se pintan en Europa como una faceta superada de un nacionalismo
vengativo.
Un nacionalismo vengativo como es la religiosidad
de los musulmanes.
Ellos, un mundo de trenes que andan a la
perfección, de noches frías bajo la sombra de la torre Eiffel o de las Cibeles,
un Museo de la Paz constituido en la Haya, una justicia pronta y eficiente, el
mundo que ellos defienden pero cuidado, sólo para ellos.
Los periódicos que aquí no llegan cuentan del
racismo creciente y de un pueblo nacionalista, caribeño, ¿bananero?
Los periódicos que aquí se leen hablan en zigzag
sobre las cosas que pasan hacen yagas y le meten el dedo, olvidan las normas de
la convivencia, como dijo Pablo Neruda cuando lo hicieron en Chile borran las
normas no escritas de la convivencia política.
Pero lo más terrible no es el ahora sino lo que
ocurre después, los países ya rotos, ya dominados, ya partidos en dos como
Sudán, ya dominados como Afganistán, ya destruidos como Libia pasan de la
portada a la nota marginal.
Hoy el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados declara alarmante el crecimiento del número de refugiados en
Burkina Faso y condena el aumento de la desnutrición y de la malaria adentro de
esos campos…
Hoy, los registros sanitarios hablan de miles de
casos de cáncer y de malformaciones en los países que al parecer tenían las
bombas químicas con los que los europeos y los estadounidenses les dieron a la
libertad y la democracia, la bienvenida.
Hace poco te sigo en Twitter y debo decir que me gusta mucho como escribes y la forma en la que das tu opinión y para mi todo lo que actualmente es mal llamado trabajo periodístico y que según algunos es su "verdad" es solo un negocio para dividirnos en Target's y así poder vendernos hasta las ideas...
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