viernes, 17 de mayo de 2013

Extracto de "Viaje a Venezuela" de José Martí


Hace unos dos años topé por casualidad con éste texto de apenas un par de páginas, del cual no conseguí una fecha exacta cuando José Martí, el gran cubano, cuenta sus impresiones de un viaje a Venezuela. Hablamos sin lugar a dudas de un texto del siglo XIX el cual creo puede corresponderse con el viaje que éste hizo hace 132 años y que nos habla de un país que ya no es exactamente el mismo pero que es profundamente igual.

Su lectura me hizo preguntarme un par de cosas, pues nos han convencido que fue la llegada del petróleo la que cambió el modo de ser de los venezolanos y venezolanas y con éste texto pienso que a muchos y a muchas nos han borrado la imagen, la costura, la razón de ser de los venezolano y las venezolanas.

En la búsqueda de mirarnos en éste espejo, de pensar en nuestro maravilloso país en movimiento, de nuestra geografía vasta y generosa, de nuestro pueblo con sus buenas y sus malas cosas, creo que éste texto puede ayudar.
Ana

 
Llegamos de Venezuela, aún maravillada la vista ante tantas obras maestras de la Naturaleza, esperanzados de nuevo al ver los generosos esfuerzos que hace el país para repoblar sus bosques, renovar sus ciudades, acreditar sus puertos y abrir sus ríos al mundo; y con el corazón entristecido por las razones históricas que harán subsistir por algún tiempo aun, en esa tan hermosa región los odios que la roen, la pobreza que la debilita, la lucha pueril e indigna entre una casta desdeñosa y dominadora que se opone al advenimiento a la vida de las clases inferiores -y esas clases inferiores que enturbian con sus excesos de pasiones y de apetitos la fuente pura de sus derechos. La libertad no es una bandera q cuya sombra los vencedores devoran a los vencidos y los abruman con su incansable rencor; la libertad es una loca robusta que tiene un padre, el más dulce de los padres -el amor- y una madre, la más rica de las madres -la paz-. (...)


Venezuela es un país rico más allá de los límites naturales. Las montañas tienen vetas de oro, y de plata, y de hierro. La tierra cual si fuera una doncella, despierta a  la menor mirada de amor. La Sociedad Agrícola de Francia acaba de publicar un libro en que se demuestra que no hay en la tierra un país tan bien dotado para establecer en el toda clase de cultivos. Se pueden allí sembrar patatas y tabaco; -té, cacao y café; la encina crece junto a la palmera. Hasta se ve en la misma pucha el jazmín del Malabar y la rosa Malmaison, y en la misma cesta la pera y el banano. Hay todos los climas, todas las alturas, todas las especies de agua; orillas de mar, orillas de rio, llanuras, montañas, la zona fría, el zona templada, la zona tórrida. Los ríos son grandes como el Mississippi; el suelo, fértil como las laderas de un volcán (...)


En la ciudad, una vida rara semipatriarcal, semiparisiense, espera a los forasteros. Las comidas que en ella se sirven, exceptuando algunos platos de país, las sillas para sentarse, los trajes que se usan, los libros que se leen, todo es europeo. La alta literatura, la gran filosofía, las convulsiones humanas, les son del todo familiares. En su inteligencia como en su suelo, cualquier semilla que se riegue fructifica abundantemente. Son como grandes espejos que reflejan la imagen aumentándola (...) Solo que se desdeña el estudio de las cuestiones esenciales de la patria; -se sueña con soluciones extranjeras para problemas originales; -se quiere aplicar sentimientos absolutamente genuinos, fórmulas políticas y económicas nacidas de elementos completamente diferentes. Allí se conocen admirablemente las interioridades de Víctor Hugo, los chistes de Proudhon, las hazañas de los Rougon Macquart y Naná. (...) Aunque nadie habla la lengua india del país, todo el mundo traduce a Gautier, admira a Janin, conoce de memoria a Chateaubriand, a Quinet, a Lamartine. Resulta, pues, una inconformidad absoluta entre la educación de la clase dirigente y las necesidades reales y urgentes del pueblo que ha de ser dirigido.  (...)


Otro mal que contribuye a malversar las extraordinarias fuerzas intelectuales de la República es el siguiente: en los hombres hay una necesidad innata de lujo; es casi una condición física, impuesta por la abundancia de la naturaleza que los rodea; -llevados, además por el desarrollo febril de su inteligencia a las más altas esfera de apetencia, la pobreza resulta para ellos un olor amargo e insoportable. No creen que la vida sea, como es; el arte difícil de escalar una montaña, sino el arte brillante de volar, de un solo impulso, de la base hasta la cima.  (...) Hay que casarse, poner casa lujosa, vestir bien a los hijos, vivir  al uso de las gentes ricas, gastar en resumen mucho dinero. (...)


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