Hace unos dos años topé por casualidad con éste texto de apenas un par de páginas, del cual no conseguí una fecha exacta cuando José Martí, el gran cubano, cuenta sus impresiones de un viaje a Venezuela. Hablamos sin lugar a dudas de un texto del siglo XIX el cual creo puede corresponderse con el viaje que éste hizo hace 132 años y que nos habla de un país que ya no es exactamente el mismo pero que es profundamente igual.
Su lectura me hizo preguntarme un par de cosas, pues nos han convencido que fue la llegada del petróleo la que cambió el modo de ser de los venezolanos y venezolanas y con éste texto pienso que a muchos y a muchas nos han borrado la imagen, la costura, la razón de ser de los venezolano y las venezolanas.
En la búsqueda de mirarnos en éste espejo, de pensar en nuestro maravilloso país en movimiento, de nuestra geografía vasta y generosa, de nuestro pueblo con sus buenas y sus malas cosas, creo que éste texto puede ayudar.
Ana
Llegamos de Venezuela, aún maravillada la vista ante tantas obras maestras de la Naturaleza, esperanzados de nuevo al ver los generosos esfuerzos que hace el país para repoblar sus bosques, renovar sus ciudades, acreditar sus puertos y abrir sus ríos al mundo; y con el corazón entristecido por las razones históricas que harán subsistir por algún tiempo aun, en esa tan hermosa región los odios que la roen, la pobreza que la debilita, la lucha pueril e indigna entre una casta desdeñosa y dominadora que se opone al advenimiento a la vida de las clases inferiores -y esas clases inferiores que enturbian con sus excesos de pasiones y de apetitos la fuente pura de sus derechos. La libertad no es una bandera q cuya sombra los vencedores devoran a los vencidos y los abruman con su incansable rencor; la libertad es una loca robusta que tiene un padre, el más dulce de los padres -el amor- y una madre, la más rica de las madres -la paz-. (...)
Venezuela es un país rico más allá de los límites naturales. Las montañas tienen
vetas de oro, y de plata, y de hierro. La tierra cual si fuera una doncella,
despierta a la menor mirada de amor. La Sociedad Agrícola de Francia
acaba de publicar un libro en que se demuestra que no hay en la tierra un país
tan bien dotado para establecer en el toda clase de cultivos. Se pueden allí
sembrar patatas y tabaco; -té, cacao y café; la encina crece junto a la
palmera. Hasta se ve en la misma pucha el jazmín del Malabar y la rosa
Malmaison, y en la misma cesta la pera y el banano. Hay todos los climas, todas
las alturas, todas las especies de agua; orillas de mar, orillas de rio,
llanuras, montañas, la zona fría, el zona templada, la zona tórrida. Los ríos
son grandes como el Mississippi; el suelo, fértil como las laderas de un volcán
(...)
En la ciudad, una vida rara semipatriarcal, semiparisiense, espera a los
forasteros. Las comidas que en ella se sirven, exceptuando algunos platos de
país, las sillas para sentarse, los trajes que se usan, los libros que se leen,
todo es europeo. La alta literatura, la gran filosofía, las convulsiones
humanas, les son del todo familiares. En su inteligencia como en su suelo,
cualquier semilla que se riegue fructifica abundantemente. Son como grandes
espejos que reflejan la imagen aumentándola (...) Solo que se desdeña el
estudio de las cuestiones esenciales de la patria; -se sueña con soluciones
extranjeras para problemas originales; -se quiere aplicar sentimientos
absolutamente genuinos, fórmulas políticas y económicas nacidas de elementos
completamente diferentes. Allí se conocen admirablemente las interioridades de
Víctor Hugo, los chistes de Proudhon, las hazañas de los Rougon Macquart y
Naná. (...) Aunque nadie habla la lengua india del país, todo el mundo traduce
a Gautier, admira a Janin, conoce de memoria a Chateaubriand, a Quinet, a
Lamartine. Resulta, pues, una inconformidad absoluta entre la educación de la
clase dirigente y las necesidades reales y urgentes del pueblo que ha de ser
dirigido. (...)
Otro mal que contribuye a malversar las extraordinarias fuerzas
intelectuales de la República es el siguiente: en los hombres hay una necesidad
innata de lujo; es casi una condición física, impuesta por la abundancia de la
naturaleza que los rodea; -llevados, además por el desarrollo febril de su inteligencia
a las más altas esfera de apetencia, la pobreza resulta para ellos un olor
amargo e insoportable. No creen que la vida sea, como es; el arte difícil de
escalar una montaña, sino el arte brillante de volar, de un solo impulso, de la
base hasta la cima. (...) Hay que casarse, poner casa lujosa, vestir bien
a los hijos, vivir al uso de las gentes ricas, gastar en resumen mucho
dinero. (...)
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