Pasajes de “Nadie es neutral
en un Tren en Marcha”
Nuestros héroes militares –Andrew
Jackson, Theodor Roosevelt- fueron racistas, exterminadores de indios, amantes
de la guerra e imperialistas. En cuanto a nuestros presidentes más liberales –Jefferson,
Lincoln, Wilson, Roosevelt, Kennedy-, estaban más interesados en el poder
político y en la grandeza nacional que en los derechos de la población que no
era blanca.
Los héroes de la historia
eran, para mí, los granjeros de la Rebelión de Daniel Shays (Shays’ Rebellion),
los abolicionistas negros que violaron la ley para liberar a sus hermanos y
hermanas, los que fueron a la cárcel por oposición a la Primera Guerra Mundial,
los trabajadores que organizaron huelgas contra el poder de las corporaciones
desafiando a la policía y a la milicia, los veteranos de Vietnam que se manifestaron
abiertamente contra la guerra, las mujeres que reclamaban un nivel de igualdad
para su sexo en todos los órdenes de la vida.
II.-
El individuo es el elemento
indispensable y a lo largo de mi vida he encontrado multitud de esos
individuos, gente sencilla y gente extraordinaria, gente cuya simple existencia
ya me infunde esperanzas.
III.-
Cuando fui profesor no pude
ocultar a mis alumnos las experiencias que había vivido. A menudo me he
preguntado cómo se las arreglan muchos profesores para pasar un año con un
grupo de estudiantes sin revelarles nunca quién son, qué vida llevan, porqué
piensan como piensan o qué esperan conseguir, sin decirles hasta donde aspiran
que lleguen sus alumnos y el mundo en general.
IV.-
Nunca en mis clases he
ocultado mis ideas políticas, el odio que me inspira la guerra y el
militarismo, la indignación que me produce la desigualdad por cuestiones de
raza, mi fe en el socialismo democrático, en la distribución racional y justa
de las riquezas del mundo. Siempre he declarado que aborrezco la arrogancia
bajo todas sus formas, tanto si son naciones fuertes como débiles las que sacan provecho de ella, tanto si se trata de gobiernos que
exploran a los ciudadanos como empresarios que explotan a los trabajadores, ya
sean de derechas o de izquierdas, porque se arrogan el monopolio de la verdad.
V.-
Esta combinación de
activismo y enseñanza, esta insistencia en el hecho de que la educación no
puede ser neutral en los momentos más comprometidos de nuestro tiempo, este
movimiento pendular entre la clase y las luchas en la calle de aquellos
profesores que esperan que sus alumnos hagan lo mismo, es algo que ha asustado
siempre a los guardianes de la educación tradicional. Prefieren que la educación
se ciña a preparar a la nueva generación para que ocupe el lugar que le
corresponde en el antiguo orden, no que
lo ponga en cuarentena.
VI.-
Todo el mundo es susceptible
de cambiar cuando las circunstancias cambian. El cambio podía ocurrir tan sólo
en respuesta a los propios intereses, si bien aquel era un cambio que
conduciría a otros cambios más profundos en la manera de pensar y de
conducirse.
VII.-
Que a uno lo despidan del
trabajo presenta algunas de las ventajas de la muerte sin la desventaja suprema:
la gente dice de ti cosas maravillosas y puedes oírlas.
VIII.-
Cuando
un grupo que ha sufrido unos perjuicios se percata de que tiene que confiar
sólo en sí mismo, aun cuando este convencimiento pueda ir acompañado de amargas
pérdidas en un sentido inmediato, a la larga se fortalece para luchas futuras.
IX.-
Las cosas malas que ocurren
no son más que repeticiones de cosas malas que han ocurrido siempre: la guerra,
el racismo, los malos tratos a las mujeres, el fanatismo religioso y
nacionalista, el hambre. Lo bueno, en cambio es lo inesperado.
X.-
La gente no es violenta o
cruel o ambiciosa por naturaleza, pero puede cambiar y serlo. Los seres humanos
de todo el mundo quieren las mismas cosas, se conmueven cuando ven niños
abandonados, familias sin casa, los muertos que causa la guerra. Ansían la paz,
aspiran la amistad y el afecto por encima de fronteras de raza y nacionalidad.
El cambio revolucionario no
se produce como un cataclismo, sino como una interminable sucesión de
sorpresas, un movimiento en zigzag pero que tiende a una sociedad mas decente.
No es preciso comprometerse
en acciones grandiosas o heroicas para intervenir en el proceso de cambio.
Actos modestos multiplicados por millones de seres humanos pueden transformar
el mundo.
La esperanza en los momentos
malos no es romanticismo desatinado. Se basa en el hecho de que la historia de
la humanidad no está tan sólo hecha de crueldad sino también de compasión,
sacrificio, valor, afecto.
En esa historia tan compleja
lo que decidirá nuestras vidas será aquello a lo que demos más importancia. Si sólo vemos lo peor, destruirá nuestra
capacidad de actuar. Si recordamos aquellos tiempos y lugares –los hay y
muchos- en los que la gente se ha comportado de manera magnífica, nos infundirá
energía para actuar y nos brindará como mínimo la posibilidad de proyectar la
peonza en una dirección diferente.
Y si actuamos, por poco que
sea lo que hagamos, no será preciso esperar ningún futuro utópico y grandioso.
El futuro no es más que una sucesión infinita de presentes y vivir ahora como
pensamos que deberían vivir los seres humanos, desafiando todo lo malo que nos
rodea, es ya de por sí una maravillosa victoria.
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