Y no
volvieron a amarse como ayer, ni hoy ni mañana. El amor es un extraño vicio, una
penetrante puñalada al razonamiento, una estocada contra la agenda. En estos
días de tanta paranoia debes cuidarte del amor que asalta, que secuestra tu
tiempo, que oprime tus sentimientos. No es falta de ganas, es deber de cautela.
Por eso, no
volvieron a mirar con los ojos puestos en la misma luna ni a comer el mismo
pedazo de pan. Se olvidaron que alguna vez se habían chupado los dedos, cuidado
las fiebres, acariciado los cuellos.
Se olvidaron que el aire podía ser menos
pesado y siguieron, como las cosas pasan, como el olvido llega.
Entonces esta
nota no se hizo tan breve.
Todo final
es un comienzo que deja atrás un camino sujetado desde la esperanza de que
valdrá la pena una nueva vida aunque no volvieron a amarse ni a amar a otros de
esa manera que desordenaba todas las ideas.
Descubrieron
cuando era muy tarde, cuando estaban muy lejos, que para cada mano existen
pocas que concuerden, que para cada beso existe tan sólo una boca, que para
cada ahora existió un ayer.
Descubrieron
que para amarse no bastaba querer ni quererse querer, que los Tribunales eran
sitios amargos donde vencía siempre la tristeza.
Descubrieron
que su suerte de no tener que deshilar matrimonios, ni niños, era un desdicha.
La desdicha de ver que nunca pudieron consolidar e inmortalizar lo que les
unió.
Cuando
cerraba esta línea el ya vivía o anunciaba un nuevo amor, yo ya me convencía de
que el desamor no me mató.
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