lunes, 16 de junio de 2014

Breve.



Y no volvieron a amarse como ayer, ni hoy ni mañana. El amor es un extraño vicio, una penetrante puñalada al razonamiento, una estocada contra la agenda. En estos días de tanta paranoia debes cuidarte del amor que asalta, que secuestra tu tiempo, que oprime tus sentimientos. No es falta de ganas, es deber de cautela.

Por eso, no volvieron a mirar con los ojos puestos en la misma luna ni a comer el mismo pedazo de pan. Se olvidaron que alguna vez se habían chupado los dedos, cuidado las fiebres, acariciado los cuellos.

Se olvidaron que el aire podía ser menos pesado y siguieron, como las cosas pasan, como el olvido llega. 

Entonces esta nota no se hizo tan breve. 

Todo final es un comienzo que deja atrás un camino sujetado desde la esperanza de que valdrá la pena una nueva vida aunque no volvieron a amarse ni a amar a otros de esa manera que desordenaba todas las ideas. 

Descubrieron cuando era muy tarde, cuando estaban muy lejos, que para cada mano existen pocas que concuerden, que para cada beso existe tan sólo una boca, que para cada ahora existió un ayer. 

Descubrieron que para amarse no bastaba querer ni quererse querer, que los Tribunales eran sitios amargos donde vencía siempre la tristeza.

Descubrieron que su suerte de no tener que deshilar matrimonios, ni niños, era un desdicha. La desdicha de ver que nunca pudieron consolidar e inmortalizar lo que les unió. 

Cuando cerraba esta línea el ya vivía o anunciaba un nuevo amor, yo ya me convencía de que el desamor no me mató.

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