martes, 29 de abril de 2014

[Poesía] Requiem de despedida



Una lógica perversa nos despedaza. Primero, nos arrancaron la cabeza, se la llevaron por cáncer inducido o matándole por inyecciones de cansancio. Lo sometieron a lo que los cuerpos no resisten, al deber de conjurar cada segundo la belleza sobre la maldad más abyecta.

Pero con sus manos el pueblo le tomó y lo guardó en el corazón. 

Luego fueron pegándonos mordiscos, comiéndonos los dedos con cortaúñas y tijeras: nos desangraron con sus divisas negras, con sus sube y baja que no te vendo, sacándole punta a nuestra propia incapacidad, haciendo ruido con los errores y guardando bajo tierra nuestros aciertos.

Luego fueron a quemarnos, pusieron sus llamas cerca de todo lo que nos importaba, nos llenaron los ojos de gasolina y quedaron lanzando tiros de allá para acá como para que nadie mirase lo que ellos planeaban. 

Luego vinieron a arrancarnos nuestros brazos, aquellos que tenían la cara del pueblo y se fueron a quitarlos con armas de fuego, a dejarlos tirados en la soledad de los parajes, a dejarlos allí hasta preparar un obituario que para ellos fue feliz. 

Nosotros allí, acariciándonos las extremidades perdidas, los muñones que nos quedaban, andábamos con el alma limpia, tratando de mantener la calma, cantando una vez más esa copla fría, esa lágrima acida, pues no queda que otro que seguir jurando que no llamaremos muertos a los que mueren por la vida.

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