lunes, 10 de diciembre de 2012

De Chávez, la rutina y nuestra esperanza

La idea de escribir sobre lo que no  se habla es dibujar y drenar esas cosas que se callan. Los sonrojos y rabietas, las tristezas disimuladas... pero de golpe llegan los días de la historia y te atrapan felisisima porque compraste un gavetero que entonces quedó a medio armar y atacaste una zapatería.

Los días de la historia, con el peso de cada una de esas letras.

Esos momentos que marcan cosas que hubieses olvidado, el lugar exacto en donde estabas, ese gusto que te llevó de regreso al golpe de abril, ese gemido que se llevó el aire. Esas ganas de partir el televisor y fundirte en un abrazo que le retorne la vida, las ganas de escribir un Credo a lo Nazoa pero quedar relegada a no entender.

Ese momento en el que el mundo sólo se compensa por tener un abrazo cerca que no se pierda hasta el amanecer, las ganas de cambiarlo todo, de retroceder, quizás de avanzar pero no de vivir ese momento de agonía.

El domingo fue tiempo de cumplir y de construir recuerdos en una plaza donde pese a lo trágico todo era hermoso.

...y luego tan sólo tiempo para la esperanza para redimensionar, para no tener miedo y asumir que parafraseando a Alí que me vine con los muchachos a hacer la revolución, y eso haremos con y por Chávez, padre y amigo de mi pueblo.

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