Hace apenas dos o tres días el Presidente de
Francia, Francois Hollande, anunció en rueda de prensa lo que serán las medidas
económicas que, visando salvar la producción y la empresa serán aplicadas de
inmediato y hasta el año 2017 en Francia. El día de ayer, 15 de enero, en
Venezuela, el Presidente de la República, Nicolás Maduro Moro, en el marco del
mensaje anual (rendición de cuentas) a la Asamblea Nacional dibujó las medidas
que serán tomadas para proteger el país. Es interesante partir por afirmar que
puestos uno al lado del otro, ambos demuestran una crisis económica y social
profunda que conoce menos de la separación del planeta en dos mundos, pues
somos ahora un solo mundo secuestrado a manos de un minúsculo grupo de
personas.
Ahora bien, para Francia los anuncios son
básicamente: el aumento de los impuestos similares al Impuesto al Valor
Agregado (IVA) llamado allá TVA y la flexibilización del empleo. Sobre el tema
son dos las afirmaciones centrales del Presidente que hasta ahora se definía
como socialista y entonces asumió ser socialdemócrata para ser conocido ahora
por la prensa como social-liberal. La primera, es que debe asegurarse un
consumo “más racional de los medicamentos” que entra en el contexto en el que
desde la gestión Sarkozy la Seguridad Social es cada vez menos integral y menos
incluyente; a la vez, que las cotizaciones familiares serán eliminadas antes
del 2017. Para soltarlo el Presidente no se ahorró los eufemismos pues explicó
que a menor costo, mayor oferta de trabajadores y entonces, mayor empleo.
¿Mayor empleo o peor empleo? Parece que sin
duda la segunda. Ante la movilización de los centros productores hacia países
donde, se trabaja por menos, la salida de Francia es ahora que allá mismo el
trabajo cueste menos. Esto, es difícil leer cuando uno pasa sólo por el modo
turista donde, la realidad se ve, como un espejo del mundo central, amplio en
infraestructuras y tecnologías, al lado de nuestro precario mundo periférico.
La situación en Venezuela es distinta pero no
menos compleja. Hemos de recordar que llegado el petróleo se abandonó una
incipiente estructura agropecuaria que nunca fue ni rica ni suficiente, y que,
tan sólo se viene recuperando con la Revolución. Desde ese punto de vista, la
industria venezolana es pequeña, reducida, tan sólo en manos de pequeños
grandes capitales que han sabido más de una vez poner a temblar todo el
escenario nacional.
Hace un par de años que la formula de
protección, caracterizada por mantener a precios fijos los productos vitales –o
casi fijos- es burlada por la Industria que buscando aumentar ganancias
presiona al pueblo para que se levante contra la estructura a su favor. Luego,
tras haber sufrido grandes salidas de las reservas internacionales por la vía
de pasar a dólares todo lo que se produce y jamás reinyectarlo a la economía
local, se estructuró para el año 2003 un control de cambio que se demuestra permeado.
Esta combinación de moneda protegida, precios
fijos –ver subsidiados- y hambre de dólares en las clases medias y altas, no
como moneda de cambio sino como bien concreto-, ha creado un contrabando que
nuestra pequeña y manipuladora empresa no ha soportado.
Pese a este escenario, la apuesta venezolana
para el 2014 insiste en mantener la moneda a un nivel que siga permitiendo el
acceso de los venezolanos y venezolanas a bienes y jugando por primera vez al
control de precios con una estructura de control de costos que es aún muy
flexible y abierta, al lado de sus equivalentes extranjeros pero que sigue
siendo sin precedentes.
Mi postura al respecto es mirar por encima de
la derecha infartada y frente a la izquierda pesimista que hay que pisar el
terreno de la realidad y vaya mi saludo a quien, frente a una situación donde
abiertamente algunos apuestan a la empresa sobre el hombre, prefiere a los
obreros sobre las empresas. También, el reconocimiento a la humanidad de un
hombre que sigue resistiendo el bombardeo de propios y extraños, que le reclaman
no ser Chávez, no ser, no ser…, ser quien es.
Caracas
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