viernes, 20 de diciembre de 2013

He amado.


He allí para mí una verdad absoluta. He amado a un par de personas todos los días de la vida que hemos compartido. Cuando ha tocado ser paragua me he convertido en tela y metal, cuando ha tocado ser abrazo me he transformado en lazo en la espalda y he jugado a dibujar pequeños planes, en blanco y azul sobre madera, en orquídeas con barro, en pictogramas, en fotografías. 

La verdad es que ya a estas alturas, a falta de poder dar el paso siguiente muchos me miran condenando, tanto haber amado como a no pasar de allí. Sin mirar por momentos que hay cosas complejas. Porque cuando he dicho que he amado, que me he transformado, que he aprendido el arte de pararse temprano y hacer arepas, el arte de ir a los amigos aburridos los diciembres, de las visitas a las abuelas, de tomarse la mano en la funeraria también digo que nunca he renunciado a la simple idea de ser yo misma.

A veces, contagiada de tristezas por tiempos largos y otras, con un mapamundi bajo el brazo sé que no entro en el cuartico de dos por dos que la mayor parte me han propuesto pero esta sociedad funciona así, ellos no llevan apuro sino nosotras, somos nosotras las que debemos huir de ser solteronas.

Mi abuela me lo explicó muchas veces con ejemplos y con metáforas, incluso con un par de pasajes de la Biblia y yo hoy me lo explico a mí misma. Viendo como, al paso del tiempo todos han ido a la tienda a comprar otra muñeca que quiera jugar a llenar el espacio y hacer las arepas.

¿Qué es en definitiva lo que falta? ¿Qué es a la larga lo que sobra? ¿Cuál sombra nos persigue, qué eclipse buscamos? Por lo pronto me dispongo a tiempos sin agendas. Harta del mismo teatro de tener que vivir tras otras reglas acepto este tiempo sin arrastrar los pies, me desprendo de todo lo vivido pero admito, he amado, quizás en definitiva mucho más de lo que alguno entre todos ellos nunca jamás me amó.

Oficio

Me he puesto la tarea
Y de inmediato comienzo el oficio:
Te vas esta noche para siempre
Como si tu nombre lo barriera
Como si te restregara el apellido
como si te perfumara
Con los químicos que lustran vidrios.

Me he puesto la tarea
Y de inmediato comienzo el oficio.
No volveré a aceptar de ti ni de nadie
la omisión
ni la condena.

Me he puesto la tarea
Y de inmediato comienzo el oficio.
Diluyo la memoria de tus números
Perdono cada una de tus faltas
Me ordeno lavar toda esperanza
De que vuelvas siendo mejor
De lo que has sido.

Me he puesto la tarea
Y antes del amanecer
Habré concluido el oficio.

Demandado: Uno de mis poemas traducidos al Esperanto.

Ŝi estis normala virino,
Ĝis kiam la statistiko forprenis ŝian nomon,
Ĝis kiam ŝi frapis sur misan pordon,
Trinkis el senetikeda glaso,
Piediris la subiran straton,
Travivis l’ o nepriskribeblan
Pri kio ĉiam oni kulpas
Kaj pri kio nur kelkfoje aliuloj kulpas.

Ŝi estis tiu perfekte nekonita
Sama ol ĉiu ajn, malgranda kaj ronda
Kun l’ okuloj ploremaj, la kurboj fekundaj,
Sed ŝia rideto ŝprucis malsana kiel grimaco
Sed la manoj leviĝis kaj male la ŝvito frunta
La paroloj ŝin markadis kaj la tago ŝin kunpremis
En ŝia mutigita memoro, en ŝia senbrida vojaĝo
Rekvizi la detalojn, la horon, la tablon, la sufokon,
L’ odoron, la guston, la teksturon, la kunpremitajn lipojn,
La potencaj manojn, la penetrantajn vortojn.

Ŝi estis la perfekta viktimo, sidanta kun la kruroj kunigitaj
Sub la rigardo kaj la malpropra demando ŝin nudiganta
Kaj ree, al ciklo eligi kaj enigi, bati, mordi.

Ŝi alvenis sola kaj siaj memoraĵoj sangadis
La horoj ne pasadis.
La demandoj sinsekvaj
Unu post unu demandis la samon.

Ili serĉis detalojn de l’ objekto sensenca,
La respondo estis sen-respondo,
Ŝi estis ajna, ŝi estis virino,
En strato senrespekta,
En festo sen takto, en balo sen kisoj,
Estis ŝi, kies vico alvenis tiutage,
Ĉe tiu salono, kien iris ĉiuj kun varma frunto
Kun sangintaj kruroj, kun digno ofendita.

Estis ŝi, la ĉagrenema, la urĝema, la kriema,
La plej baza el la negitaj,
Rajtoj por defendi la defenditojn
Rajto por subpremi la subpremitojn.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Ahora

Porque yo no anhelo
Ni ahora ni después
Sentarme contigo
A hacer reconstrucciones
Ni llamar testigos. 

Porque me basta
El metálico sabor
de tu indiferencia.

Porque vi correr con flores
Sabiendo que tú no eras. 


Porque me dejas
Tras haberte devorado
Casi dos años de mi vida
Digerido mis aspiraciones.

Porque me dejas
Con una carta de recomendación
Con el servicio del carro hecho
Con la manilla rota
Con el corazón en una servilleta.

Porque yo no anhelo
Ser una lista de quejas
Y esta vez soy yo la que te deja.

Por eso,
Lee esta hoja
Llora este verso
Porque he venido
A decirte que parto.

Y si vieras,
Que ahora,
Tras un par de días
De esperar que volvieras
De esperar que quisieras
Me voy contenta.


sábado, 14 de diciembre de 2013

Caracas 2013

No pretendo hacer cartografía social ni pintar sobre sus ojos las paredes de la ciudad real. Ni de aquella del Festival de Teatro, ni de la del tabulador de precios inmobiliarios y mucho menos la que sale en la página roja mundial. No veo en este momento Caracas como algo tan sublime como lo hacía Martí al contarla como la Jerusalén de América ni como una simple ciudad-valle que contiene miles de vidas. Esto porque me siento a pensar Caracas como pensaba las flores cuando una tarde de invierno en España conseguí en una matita muerta una delirante flor, con todos sus pétalos, viva y hermosa como si fuera primavera.

Caracas finalmente tiene en mi vida su razón. Caracas es el sitio que escogí para crecer. La ciudad se dibuja en rudos contrastes donde emerge una alegría caribe aunque se arrastren tristezas coloniales.

Mi Caracas no se corresponde con ningún mapa. Llega al Este hasta Altamira, rozando con esfuerzo los Palos Grandes, en aquellas pequeñas calles que recuerdan un tanto a Europa me gusta sentir el olor frío y ruidoso de las seis de la tarde. En Altamira, el Ávila se queda atónito cada hora pico, aun tembloroso de aquél espectáculo de ruedas. En Altamira baja una neblina de pueblo de los Andes, se teje ese ambiente que se cree París. Allí Caracas se cree medio rica, no tiene vista a sus propias realidades y tiene un obelisco cualquiera elevado como puesto sin sentido en medio de lo que no quiere ser el medio de la ciudad pobre, desordenada que es Caracas.

Amo las tardes en las Mercedes pero no todas las Mercedes. Sólo un sitio que disfruto en solitario como quien mira un espectáculo, una obra de teatro. Ese trasnocho con pinta de postal de una ciudad que confunde la televisión con las artes tiene un característico olor a cotufas y personas vestidas a la francesa. La comida es muestra de poca destreza con precios de alta etiqueta, y completa una diminuta oferta comercial como reflejo de un mundo cultural en decadencia.

Del resto conmigo, todo es un paseo por el lejano oeste. Con la sonrisa con la que corre el buhonero perseguido por el Policía Nacional, con ese ambiente de pueblo sobrepoblado que tiene La Pastora o con el infinito baile que hay en el 23. Esos espacios tienen misteriosas vitalidades, son alegría sobre las miserias.

La misma alegría la tiene mi parquero. Ya él es el alto pana que veo cada día. Me guarda el último puesto de a treinta bolos, me avisa si le falta aire al caucho. El vive en medio del hollín en extremos un poco cenicientos pero siempre anda riendo con sus niños.

Amo comer en El Bosque y la sombra que dan los Eucaliptos en el Country tanto como ver llena de actores y bailes las cuatro esquinas de la Plaza Bolívar donde un Pastor evangélico se queda a diario sin garganta gritando que a Cristo lo secuestran en la Iglesia y donde las Monjas pasan con ojos puyudos a la hora del Rosario.

Amo el sonido de violines del Café Venezuela, el clap, clap irregular de correr en tacones aquel piso inclinado. El reflejo de la luna en el Capitolio que recuerda lo pequeño del pasado. Un edificio de tan pocos cuartos era la cuna de todo nuestro Estado.

Amo pasar horas decidiendo cual es la imagen que me producen los que compran "oro, dólares y euros" frente al Banco Central y a la Asamblea Nacional. Al tiempo me parecen una demostración  de que realidad y derecho no son sinónimos, y también amo,  los viejitos encerrados en cajitas metálicas donde venden de todo: agua, cintas, la prensa, el último libro de derecho, mata cucarachas y polvito para ratones. Toda su vida se resume a la mirada con la que abren y cierran.

Amo coincidir con miles de personas encerradas en el amor-odio que produce la cola, el apuro, los precios de Caracas y la mirada traviesa de dos adolescentes enamorados en el metro. El metro como subsistema con peso propio es una especie de relajo de miedo y violencia. Siempre hay la vieja que grita, el adolescente que no da la silla y los que se miran como asegurándose peleas si él otro no quita la mirada de su pareja. Luego está la voz de fastidio con la que habla el conductor que sólo tiene dos frases "se ha recibido una señal de alerta..." y "en breve retomaremos la marcha" ¡dos frases! ¡He allí un oficio para el que no fui hecha!

Amo que la ausencia del calor de la casa, de la seguridad de tener siempre un amigo bajo la manga, una tía cerca, me ha permitido descubrir una sección destinada para renovar la fuerza y entender que incluso bajo la lluvia se puede reír de sus injusticias y sus categorías de personajes, ya sean los arribistas de Caricuo, los chavistas chic del Eje del Buen Vivir, los niños bien del San Ignacio, las españolas del Edificio que todos los días me explican que el país se va a la mierda, todos ellos, sin darse cuenta entrelazados en un movimiento que vale la pena escoger para encontrarnos tan distintos y tan iguales, que dedicar esta nota a todos ustedes como recuento de un año donde lo más duro puso en su lugar las prioridades, donde la risa encontró nuevos códigos para reproducirse, me lleva a concluir que Caracas fue la ciudad que escogí para crecer.

Así cuando el olor a navidad deja ver lo que fue un año, parece que el 2013 se lleva muchas cosas. Se lleva amigos a otros espacios espirituales. Se lleva a mi querida Rebeca transformada ahora en lección para mi propia experiencia de vida, de modo que, valga la pena decir como cerraba hoy la tarde, "lo único que tengo seguro del futuro es que en él moriré" por ello que valga encontrar la dulzura del tiempo presente, la riqueza del pasado y sonreírnos porque las cosas siempre estarán o bien o mal, la vida sólo pasará en este momento, de esta manera, esta vez.

¡Feliz Navidad y aventuroso Año Nuevo!

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Brutas



Algunos libros de machismo sofisticado
crearon el mito de que "los hombres las prefieren brutas"
Cuando a una mujer inteligente
le dicen que si pretende
tener algún tipo de alegría
le conviene hacerse la bruta,
no deja de ser inteligente.

Puede que pretenda no serlo
porque cree que es la manera
menos estúpida de entregarse.

Si lo hace, es porque  accede
pensando que así
no se verá capitulando sus derechos
canjeandolos por migajas de cariño.

Pero luego esa mujer se despierta
en medio de la misma casa
lavando la misma ropa,
el mismo baño
vistiendo la misma angustia.

Si a esa mujer la liberación
se le convirtió en simple adición
de trabajo,
de tener que cuidar el nombre
y las ganas,
y tan sólo sobrevive
al mundo que se le hace
pasaporte de hojas amarillas
pasaporte que no verá salir
nunca del amario, llegar al bolsillo.

Cuando a esa mujer inteligente
le dicen que si quiere algo
se haga la bruta
se va tragando ríos de llanto
se va ahogando en su soledad.

...y todas así,
solemnemente casadas
desgraciadamente solas
profundamente heridas
cotidianamente deprimidas
esporádicamente temblorosas
conscientemente condenadas
se citan a algún diván.
para maldecir por un rato a otra
que se sentó en un diván con su marido.

...y se despiertan
en medio de la vida
que las hizo brutas
reconociendose inteligentes
buscando la causa por la cual
un día X del mes Y
el perfecto plan de vida
se arrugó por las esquinas.

Fue tu culpa,
fue mi culpa
fue que yo no soy tan bruta
porque no soy inteligentemente bruta
o como bruta no soy inteligente.

¿dónde se acaba la soga
que nos ponemos en el cuello?
¿quién es la soga?
¿quién pone la soga?
¿a quién amamos en nuestro proceso
ventilado y poco honroso de autodestrucción?
¿con quién hablamos de noche,
en la soledad de la cola bañada de lluvia?
¿qué hedor no se ventila, después de tantas horas
de sangre menstrual que no se evapora?

¿cuántas veces decimos
libertad
bébé
bébé
libertad?

Pasos de tacón que se van afilando
los talones duelen, la misma pregunta
¿a qué esquina, en qué autobús,
cómo se sale huyendo de ser una mujer
inteligentemente obligada
a declararse bruta?

viernes, 6 de diciembre de 2013

Miradas al espejo


Cuando uno se equivoca ruidosamente vale hacer ruidosas disculpas.

Para tales fines dejaré colgando en la silla la toga que me viste como abogada. Siendo mi error quiero dar las gracias. ¿Cuál es el límite de querer ayudar a alguien?, ¿cuál es el ilimitado derecho a la crítica? ¿Cómo no nos hemos dado cuenta que la cultura nos convierte en lanzas contra todos los demás por los temas propios? He vivido en dos países, no en todo el mundo sino en sólo dos. 

Entre los dos, Venezuela se lleva la bandera de los estándares absurdos del género. Mi David me lo dijo muchas veces, el juego de tener que ser Misses es por lo menos caricaturesco, la crisis de las casaderas es por lo menos medieval.

Todos nos exigen mantener un peso, una economía familiar en medio de una ceguera grotesca. La vida en la Revolución impide mantenerse en equilibrio: se trabaja hasta agotarse, se batalla en permanencia, se come lo que hay, y luego, ojos picudos sobre nosotras: las mujeres no tenemos derecho a la que Soto Rojas llama “la lipita bolivariana”.

Entonces luego, de militantes esbeltas de la Juventud a desesperadas treintañeras, cada quien inventa su fórmula para intentar no sólo mantener la doble jornada sino la doble apariencia: militantes revolucionarias con apariencias adecuadas para la burocracia. Es un hibrido entre la boina y la minifalda. Es un desgaste permanente, donde la sororidad se esfuma y se vive una batalla disimulada en un “yo te recomiendo”.

Por azar, en medio del torbellino veo que cada quien no es un saco de carne y huesos sino un proceso psicológico complejo, ¿qué esperamos?, ¿cuál es el equilibrio entre lo personal y lo social?, ¿entre cansancio y beneficios?

Mi única respuesta dibujar conciencia sobre estos temas que me resultaban invisibles hasta ayer. Por ello, lo único que puedo es sin adornos y llena de disculpas, dar las gracias a quién con su reacción me dio luces y no digo su nombre, porque es su proceso el rabiar hasta cuando lo sienta necesario.
Gracias.

martes, 3 de diciembre de 2013

El Precio Normal


A Desalambrar
En Bélgica existen sistemas que regulan la economía. Esto no es una cosa sorprendente puesto que hay en casi toda Europa cuerpos jurídicos que se denominan “derecho de la competencia” y cuando miran a quienes demandan bienes, “derecho del consumo” o “derecho de los consumidores”.

Es decir, que en el capitalismo  no suele sorprender a nadie que haya que regular la actividad económica. Al punto que la Comisión Europea propuso en el año 2010 un documento llamado Europa 2020,  como guía para la recuperación del mercado ante la crisis que se desarrolla desde el año 2008 y que estima que es la existencia de una gobernanza fuerte lo que logrará superar el complejo desbalance de la economía.

Al respecto, los belgas, se rigen según lo dispuesto en la Ley del 22 de enero de 1945 sobre la regulación económica y los precios, existiendo una Comisión para la Regulación de los Precios cuyo estatus es fijado por el Rey. Para ellos, el precio normal es la regla general. Es decir, que existen materias en las cuales en la fijación del precio interviene el Ministerio de Economía y en todo caso, existe la prohibición de vender a precios anormalmente altos. Correspondiendo al Poder Judicial determinarlos en los casos concretos, tomando en consideración el estado general del mercado, los costos de explotación y los márgenes de ganancia.

De modo, que los precios no se determinan libremente en función de los intereses de una sola parte sino que existe un entramado normativo que tiende a normalizar el mercado. Iguales ideas estructuran para el Reino Unido la fijación de costos de las medicinas, que se da con un esquema que podemos simplificar diciendo: respetando los máximos de ganancia pueden los laboratorios fijar los precios de sus nuevos productos pero su entrada al mercado les obliga a bajar los precios de su catalogo anterior, de modo de que la inversión y el avance tecnológico se traduzca en ganancia sin que por ello se lastime infinitamente el patrimonio del Estado (como garante de la red hospitalaria) ni de los particulares.

Ahora bien, estos son simples ejemplos de países capitalistas, de modo que no creo que sean el máximo al cual puede aspirarse en aras de la construcción de un Estado social de Derecho que visa alcanzar el socialismo. Puesto que en nuestra visión, el Estado tiene el deber de defensa de los vulnerables y de garantizar el acceso universal a los derechos, desde la afirmación de la corresponsabilidad.

De igual forma, habrá que considerar que tradiciones culturales nos separan por mucho de la austera economía familiar que suelen aplicar los europeos y que se tendrá que tejer un sistema, de normas y valores, reflexiones y aspiraciones, que sean cónsonas con entendernos como impulsando un comercio justo que dé respuestas a las necesidades humanas y a las limitaciones ambientales.

@anicrisbracho
Caracas

Este artículo NO salió en el Correo del Orinoco