martes, 20 de noviembre de 2012

noviembre


No me resignaré a la callada plaza
De la mujer accesoria
De saber poner la mesa y hervir la sopa.
No me callaré el dolor de las rutinas heridas
Ni los ruidos de lo que no se habla,
Ni colgaré en ganchos para la nostalgia
Las ganas de otros caminos que apresa
La casa de las ventanas cerradas.

No fingiré las carencias del amor en gritos
Ni andaré complacida de saber arrugados
Los sueños de mundo nuevos,
No pisaré todos los días el acelerador
Dentro del carro detenido.

La Plaza Venezuela ornamenta el infierno
Cinco horas mirando las mismas carencias,
La Plaza Bolívar se pierde entre fingidas
Franelas rojas que destiñen en verde.

La hora se repite siempre en el mismo lugar,
Sobran cinco para las nueve, faltan cinco para la cinco.
El habla se torna escaso y el aire pesado,
La hora se repite siempre en el mismo lugar,
En andares acelerados de estar estacionados,
De nuevos pesos que arrastra el pasado,
Y yo no me resignaré al lugar de lo accesorio,
De la coleccionista de ojeras, de tender la mesa,
De planchar el habla, de reciclar la tristeza.

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