No me
resignaré a la callada plaza
De la mujer
accesoria
De saber
poner la mesa y hervir la sopa.
No me
callaré el dolor de las rutinas heridas
Ni los
ruidos de lo que no se habla,
Ni colgaré
en ganchos para la nostalgia
Las ganas de
otros caminos que apresa
La casa de
las ventanas cerradas.
No fingiré
las carencias del amor en gritos
Ni andaré
complacida de saber arrugados
Los sueños
de mundo nuevos,
No pisaré
todos los días el acelerador
Dentro del
carro detenido.
La Plaza
Venezuela ornamenta el infierno
Cinco horas
mirando las mismas carencias,
La Plaza
Bolívar se pierde entre fingidas
Franelas rojas
que destiñen en verde.
La hora se
repite siempre en el mismo lugar,
Sobran cinco
para las nueve, faltan cinco para la cinco.
El habla se
torna escaso y el aire pesado,
La hora se
repite siempre en el mismo lugar,
En andares
acelerados de estar estacionados,
De nuevos
pesos que arrastra el pasado,
Y yo no me
resignaré al lugar de lo accesorio,
De la
coleccionista de ojeras, de tender la mesa,
De planchar
el habla, de reciclar la tristeza.
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