viernes, 27 de febrero de 2015

¡Línchalo, parece chavista!



En estos días en los que la derecha vuelve con su formato golpista, la estatal televisiva presenta una escena donde los auto proclamados  defensores de la democracia claman porque se linche a un joven cuyo aspecto, según estos, se corresponde al de un chavista. Esta escena, que se viene repitiendo y no tan sólo cuando a un par de cuadras, hará escasamente una semana fue atacado un Guardia Nacional sino que desde que inició la Revolución, esto ha sido constante.

Pongamos que hacemos un corto viaje entre los sucesos de los últimos años y nos bastaría con la memoria del 2014, donde en Táchira, Zulia y el Municipio Chacao fueron colgados muñecos de trapo vestidos con franelas rojas indicando el inminente destino de quienes acompañan un proyecto político y las crueles horas de la dictadura de Carmona donde, esto se dio contra de varias personalidades públicas.

Sin embargo, lo de ayer se presta para una lectura por lo menos en dos grandes sentidos. El primero, es aquella vieja cantaleta que existe un tipo físico que se corresponde con el chavismo. Es decir, haciendo una analogía en la cual el chavismo es para alguna persona un delito o un pecado vemos una extensión de la detestable teoría de Cesare Lombroso que decía que la maldad –o la delincuencia- podía verse en el rostro de las personas.
1.       El tipo físico chavista
Este tema, es algo que siempre me ha resultado fascinante pues revela la poca eficiencia que tiene derogar una ley que, por nefasta que fuera quedó internalizada en un sector de la población. Pues esto es, en toda evidencia, la admisión que para algunos o algunas la Ley de Vagos y Maleantes, el derecho penal de autor y no de hecho es lo que impera. Esto tiene mucho sentido, pues devela la manera en que estos sectores leen todas las cosas. Así, quien sea guapo (de físico o apellido) no será nunca un delincuente, y, quien tenga un tipo físico no correspondiente con sus estándares será desde antes y para siempre culpable.

La prensa y algunas crónicas guardan para la historia la manera en que los medios presentaron desde temprano al chavismo. Sus palabras generalmente preferidas para definirlo han sido “hordas” y “monos” es decir, que se ha optado y no por casualidad por términos que animalizan.

Esto lo veremos analizado, por ejemplo en los   trabajos de Frantz Fanon quien señalará que estas son las categorías que son usadas para definir a cualquier sujeto que alguien pretenda dominar y colonizar. Pues, lo primero que hay que marcar es una diferencia que haga a unos mejores, intelectualmente más capaces para que otros se encarguen de lo no querido o pueda disponerse de sus vidas, sin el menor respeto de su  dignidad.

Alguno puede, en un primer momento horrorizarse con lo expuesto. Podrían alegar que exagero pero yo les invitaría a analizar situaciones que nos son del todo cotidianas, por ejemplo, como estos sectores afirman que la salida a la delincuencia ha de ser la pena de muerte, o, el exterminio de las poblaciones penalmente castigadas.

Esta situación nos podría dar pie para estudiar nuestro propio pasado donde la Iglesia y la prensa, desde la Colonia apoyaron la construcción de un imaginario de una superioridad extranjera sobre nuestras deficiencias biológicas, sociales y culturales. Apuntando que cualquier acción desarrollada por esas bajas clases de las alpargatas sería un escarnio que no podría superar una joven República que requería con urgencia la venida de extranjeros, de mejor sangre, que nos enseñaran a sembrar, a producir y a comportarnos.

Así, aprendimos que es bueno saber de dónde viene el apellido raro o el cabello claro y a olvidar de donde viene el tono canela o el baile del tambor,  y fuimos llevándonos a buscar “mejorar la raza”, “alisar el pelo” y los etc.

Los chavistas son justamente esa gente que no mejoró la raza, que no “servía para estudiar”, “que no le gusta trabajar”, esa gente que tiene pinta y olor de andar en camionetica y bus y que, si tienen cosas buenas es porque se las robaron o se las regaló el Estado. Este último grupo es el último en ser duramente fichado cuando la campaña de Henrique Capriles en el año 2012 categorizó sobre el desprecio a algunos como “enchufados”.
2.       Ser mejor que chavistas
En una sociedad donde el colonizado fue, por la violencia de los hechos y de las palabras enseñado que la superación es el arte de dejar de ser lo que se es, identificarse o reconocerse chavista es caer en la categoría estancada y animalizada.  Por lo cual, para evitar ser monos”, “hordas” o “focas” hay un llamado a  los sectores más jóvenes a ser lo más furiosamente antichavistas posible pues este es primer requisito que exigen los mecanismos de asimilación social.

Así, cuando la burguesía se sirve de las capas más bajas lo hace exigiéndole una lealtad absoluta que se demuestra con rechazar de manera marcada todo lo que en uno o en su medio pueda resultar chavista.  Y cuando se está aquí, porque pasó el programa de conversión social que es la universidad o porque, así fue que se aprendió en el hogar, se tiende a pensar que se tiene una licencia total para hacer todo lo que se nos antoje y contra quien se nos antoje.

3.       Odios, derechos y proyecto país
Es en este odio que se concentran las energías. De allí, el peligro de que se comporta como una onda expansiva, como una oda a la barbarie y sirva de reflejo decadente de una sociedad que todavía no logra establecer la igualdad, la laicidad y la igualdad de derechos como sus estandartes.

Este rechazo al individuo individualizado que además tiene el tupé de ser un “pata en er suelo” nacionalista contiene también el rechazo de la venezolanidad que se siente como un castigo de la Providencia, que, lejos de dejarnos nacer frente a la Torre Eiffel o en el Empire States nos hizo nacer en una tierra de buenos para nada que tan solo produce pirulines con licencia italiana.

Entonces ¿podemos así pensar un país, uno que se piense y se haga desde sus entrañas sin papas importadas, formulas del FMI o colonias extranjeras?